26. La flojera

Pensaba que íbamos de paseo, aunque era extraño, no era el recorrido que hacíamos habitualmente. Este camino solo nos puede llevar a dos sitios, uno a dar un nuevo paseo, el otro para ir a ver a Eduardo, me temo que sea lo segundo. Yo sigo recto, para ver si cuela, por favor, por favor que sea el paseo.

¡Uy! Tirón en el cuello, quieren que gire. Me lo temía, vamos a ver a Eduardo. Bueno no me cae mal del todo, la verdad es que me acaricia y me trata con delicadeza, pero luego me pincha o me pone el molesto termómetro, aunque después me dan mimitos extras y alguna chuche cae de regalo. Hace tiempo que no he ido a verlo, bueno vale… no me importa, a ver qué pasa hoy.

–¡Hola Eduardo!, –muevo el rabo con alegría, primera caricia, no aguanto te dejo el regalito, es que tus caricias me dan tanto gustito que me meo encima, lo siento no puedo evitarlo.

Vaya no vamos a la sala de siempre, donde está la mesa alta a la que, por mucho que lo intento, no consigo subir yo sola. Hoy me lleva a otra, pero espera, ellas no vienen. ¡Uy! Algo pasa… huelo la tristeza, me dicen hasta luego. ¿Me voy a quedar aquí?, bueno no debe de ser tan malo, ¡anda si hay otros amigos!

–Hola, soy Nube, tenéis ganas de jugar –algo les pasa están bastante tranquilos y ni se inmutan por mi olor.

¡Uy! Ahí viene Eduardo con Dani, el otro veterinario, me cogen en brazos me suben a la mesa alta, me ponen algo, bueno no tiene que pasar nada, están los dos conmigo. Me empiezan a pesar los ojos, la patas flojean, creo que voy a dormir un ratito… Hasta luego.

Dani me llama, pero no puedo abrir los ojos, huelo a mis amas, están aquí creo que me tengo que marchar, pero a penas mis piernas tienen fuerza, venga voy a intentarlo. ¡Uy!, ¿qué es esto que tengo rodeando mi cuello?, ¡cómo pesa!, pero bueno, no puedo desconcentrarme, ellas me están esperando y quiero marcharme a casa.

–Nube, ¡ay, mi niña!, ¡pero qué bonita eres!

Cómo me cuesta llegar y encima esto que llevo en el cuello que pesa lo suyo, además no puedo ver bien, me pego con las cosas, ¡qué molesto! Cuando tenga fuerzas me lo quito.

Dani me dice adiós, pero no puedo ni menear el rabo para despedirme, nos vamos a casa, pero no tengo fuerzas para caminar. Por favor, cogedme que no puedo. Parece que me han entendido, pues, primero una y luego la otra, me llevan en sus brazos.

Por fin llegamos a casa, tengo mucho frío. Ellas lo notan y me ponen en el sillón, con una mantita, pero sigo temblando. Mamá me coge en brazos y me da calor. Lu me acaricia. ¡Ay! ¡Qué a gusto se está en casa! Voy a dormir otro ratito, a ver si se me pasa el frío y la flojera.

Nube Lengualarga

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