Lu es la
que primero se levanta, para ir al instituto, mientras se hace su bocadillo yo
espero pacientemente a que me de las puntas y la miga de pan, que a ella no le
gustan. Se marcha, mamá y yo la despedimos y le deseamos que pase una buena
mañana, bueno yo intento jugar con su pierna, pero como tiene prisa, acaba
apartándome y cogiendo la mochila, espero impaciente su regreso, porque
entonces sí que querrá jugar conmigo.
Luego
mamá me pone mi cuenco, pero prefiero esperar pacientemente a que caiga algo de
su desayuno, un trozo de galleta, un trocito de tostada, pongo todas mis caras
para darle pena, cuando no funciona, empiezo a llorar, esto siempre funciona.
He
descubierto su punto débil, no puede soportar que nadie llore y si somos Lu o
yo, menos. Su corazón se ablanda como si fuera de mantequilla.
Cuando
terminamos de desayunar, nos vamos a dar un largo paseo.
Me gusta
especialmente este paseo porque a veces veo el amanecer, huelo el rocío en la
hierba fresca mientras descargo mi cuerpo y pongo mis músculos en calentamiento
corriendo. Corro veloz como el viento y mi largo pelaje se junta con mis
piernas y mis orejas se posicionan detrás, todo ello unido a la soltura de mi
lengua, que se zarandea como si fuera un pañuelo de seda en el viento. Soy la
bala blanca, libre y feliz como el viento. ¡¡¡Yupiiiiiiiiiiiii!!!
Luego
volvemos a casa. Ella se va al estudio y yo descanso un poco en el sillón, la
dejo un rato, pero cuando no puede evitar más mi ausencia, viene y me da una
caricia, luego se vuelve al estudio. Yo me hago de rogar, pero al rato aparezco
por allí. Olfateo en su mesa por si hay algo que pueda coger para jugar al
pilla-pilla, es decir, cojo un boli, lápiz o un folio o lo pueda pillar y corro
hasta la mesa, donde entre las patas de las sillas me escondo, ella me ve, pero
no puede cogerme porque soy mucho más rápida que ella rodeando la mesa. Al
final se rinde, cuando somos uno contra uno, yo gano. Y acaba dándome una
chuche para que suelte lo que he cogido.
Vuelve al estudio, algo enfadada pero pronto se le pasa,
porque yo voy y me aúpo para que me coja, ella intenta cogerme y yo bromeo,
haciendo como que le muerdo el brazo, pero al final me dejo coger por sus
fuertes brazos, olisqueo el ordenador, miro las letras que está escribiendo, no
entiendo nada, un día de estos tendré que aprender a leer.
Luego me acurruco entre su regazo, me rodea con sus cálidos
brazos, me aprieta suavemente, para que no me caiga y oigo los latidos de su corazón:
¡Ummm! Me gusta…Soy feliz.
Esto debe ser lo más parecido al cielo.
Cierro los ojos, pues es difícil abrirlos cuando te acarician
con suavidad en el entrecejo, me van pesando los ojos, el resto del cuerpo, me
masajea. Me gusta su dulce olor, huele a pan recién tostado, mantequilla y
chocolate. La suavidad de su mano acariciando mi pecho, me relaja, me
tranquiliza.
El calorcito de su regazo, el sonido de sus latidos, su dulce
olor, cierro los ojos y vienen recuerdos de cuando mi mamá me tenía calentita
junto a su cuerpo, aunque ahora no noto a mis hermanas empujándome para
arrebatármelo, ahora no tengo que luchar con nadie por el calorcito, ahora es
todo mío.
No me puedo resistir, mi cuerpo pesa, ella intenta acomodarlo
a su mesa, a su silla, cuando ya estamos cómodas, ella continúa escribiendo,
oigo el ruidito de sus dedos sobre las teclas, es el sonido perfecto para
dejarse hipnotizar.
Luego me rindo, caigo, me hundo en un profundo sueño, pero
antes de ello cojo aire, todo el que puedo y lo suelto, con un inmenso
suspirito.
Aishhhhh… ¡qué
feliz soy!
Después de un ratito, quiero estirar las piernas. Pero estoy
tan cómoda.
Abro la boca, la lengua se me enreda de nuevo. ¡Ay! Un bostezo. Ella me vuelve a instalar en su regazo, pero no estamos cómodas y decido que ha llegado la hora de seguir dejándola trabajar, me bajo, estiro mis patas delanteras, un nuevo bostezo, la lengua se me va de nuevo. Y tranquilamente me vuelvo a tumbar pero esta vez en el suelo, mirando como escribe sin parar, ¿estará escribiendo sobre mí, de nuevo?