25. Soy demasiado irresistible

Salimos a la calle, tengo prisa por llegar al paseo, así que voy arrastrándolas. Aunque me estiran de la correa para que no tire, intento contenerme pero no puedo, tengo ganas de ver a mis amigos.

Por fin, llegamos al paseo. Rec ya ha estado por aquí, ha dejado su huella, no huelo a Pity, todavía no ha salido.

–¡Ey! ¿Tú quién eres? –Noto como alguien me asalta por detrás.

–¡Hola, hueles muy bien! ¿Quieres que seamos amigos?

–No, no me gusta cómo me hueles, además eres muy grande para mí. –Menos mal que viene Lu a salvarme. El pesado se va. Seguimos el paseo. Otro se acerca.

–¡Ah! Eres tú, Pijama. Creía que era otro pesado. ¿Qué haces, porque intentas montarme?

–¡Hola, Nube! Hoy hueles diferente, estás como diría… ¡Irresistible!

–Pijama, no te pases, que no me gustas, además yo ya tengo novio, Pity.

Su amo lo llama.

–Bueno, me voy Nube. Si cambias de opinión, ya sabes, levanta la cola.

Pero, ¿qué pasa hoy? ¡Se han vuelto locos!

¡Oh, no! A lo lejos veo que vuelve el pesado de antes. Voy a correr hacia Lu.

Ella no entiende lo que me pasa, pero cuando ve venir al pesado, me coge en sus brazos. Pero el pesado no se detiene, quiere poseer a Lu también, Mamá intenta quitárnoslo de encima, pero es grande y no puede con él, así que se une a nosotras abrazándonos intentando protegernos. A lo lejos, se oye la voz de su amo llamándolo, pero no hace caso.

Cuando finalmente, el amo se acerca, lo coge y le pone la correa. Se disculpa con mamá, se le había escapado cuando ya estaban al final del paseo, por lo visto mi olor es irresistible.

Vaya susto que nos hemos llevado, yo porque si me coge me destroza y ellas porque no sabían cómo quitárselo de encima.

Después de esto, se no han ido las ganas de seguir paseando, así que regresamos a casa.

He oído a mamá decir que hasta que no se me pase el celo, el paseo va a ser tranquilo, por sitios donde no haya muchos perros.

¡Qué lástima! Espero que el celo ese no dure mucho. Bueno, no pasa nada, como dice Pity, será porque ¡Soy demasiado irresistible!

Nube Lengualarga

24. Mi primer celo

Hoy he empezado a manchar, no paro de limpiarme pero sigo manchando. Me han puesto unas braguitas de Lu, pero es muy incómodo así que me las quito y se enfada. Como ya se han marchado jugaré con ellas hasta que vuelvan.

Huelo diferente, como a más perra, es un olor más intenso. Además, huelo cada perro que pasa, no me importaría irme con él. Pero tengo que esperar a que vuelvan y me saquen a pasear, mientras me conformaré con olerlos y verlos asomada al balcón.

Huele a Rec, sí es él, pasa por la acera de enfrente. Voy a llamarlo.

–¡Guau! ¡Hola, Rec! ¡Aquí, arriba!

–¡Hola preciosa! ¿Te vienes a dar una vueltecita, antes de que me encuentre mi amo?

–No puedo, Rec, tengo que esperarlas. ¿Ya te has vuelto a escapar?

–Sí, ya sabes, soy un perro independiente

Menea el rabo y me guiña un ojo. Mientras a lo lejos, se oye la voz de su amo llamándolo.

–Bueno, Nube, te dejo que no quiero que me encuentre todavía.

Este Rec, no cambia, supongo que será difícil cambiar de ser un perro vagabundo, o como le gusta decir a él, un perro independiente, a ser un perro dependiente y acoplarse al collar, la correa y todo lo demás. Aunque siempre que puede se escapa, luego acaba volviendo, pues es independiente pero no tonto, y sabe que con su amo, comida, casa y cuidados no le van a faltar. Además yo sé que se quieren, eso se nota, los perros lo demostramos meneando el rabo y si los humanos nos miraran más a los ojos enseguida sabrían todo el amor que sentimos por ellos. Y si hicieran caso a sus sentidos, hasta podrían oírlo, pues cuando un perro suspira en el regazo de su amo, en verdad le está diciendo lo mucho que lo quiere.

Ahora huelo a Lu y a mamá, ya vienen, voy a asomarme al balcón, sí son ellas, voy a saludarlas.

–¡Guau!

Ya están abriendo la puerta del patio. ¡Anda! ¿Dónde habré dejado las braguitas? Están aquí debajo del sillón, ya las cojo, no me las puedo poner como antes, bueno no pasa nada me las pondré como pueda en la cabeza. La puerta, voy corriendo.

El ritual de siempre, levanto las dos patas delanteras, las sacudo, luego ellas me dicen algo, yo las rodeo meneando el culo y cuando me tocan, no puedo evitarlo se me escapa el pipi, luego mamá grita un poco, pero también tengo que decir que se está acostumbrando a que se me escape, así que cada vez grita menos, se queda en: ¡Nube!, no como antes que era: ¡Nubeeeeee!

Ellas también me han echado de menos, lo sé por la cantidad de mimos que me dan al llegar. Cuando tienen prisa, los mimos los guardan para después pero esta vez no tienen prisa y me los dan todos al llegar. Dejan sus bolsos, mientras deseo que cojan la correa.

¡Sí, bingo! ¡La cogen! Nos vamos a pasear.

@nubelengualarga

23. Soy irresistible

No he podido quitarme de la cabeza a Pity, todavía tengo su aroma en mi piel. Volvemos a pasear: Por favor, por favor, que lo vuelva a ver.

Pasamos por delante de su casa, pero no nos detenemos, aunque nos paramos en la esquina. ¿A quién vamos a esperar?

Pasa un perro, aunque él viene con buenas intenciones, no me interesa, mi corazón solo pertenece a Pity.

No puede ser, vuelvo a olerlo, creo que me estoy obsesionando un poquito.

Aspiro profundamente. ¡Es él!, lo huelo.

Se abre la puerta del portal de su casa, la he oído. Seguimos esperando.

Unos pasos, unas patas, un aroma.

Alguien va a doblar la esquina: 3, 2,1, ¡es él!

–Hola, bombón, ¿me esperabas?

¡Uy! De la alegría no he podido resistirme y se me ha escapado el pipi otra vez, pero a Pity no le ha importado, lo huele y le gusta. Creo que le gusto, pues me está babeando otra vez.

Nos vamos juntos, bueno con nuestras amas, no sé a dónde pero espero que sea muy largo nuestro paseo.

Mientras ellas hablan, nosotros caminamos uno junto al otro, Pity va primero, yo le sigo, sin parar de oler su aroma, que me pone muy tonta.

Cogemos un camino nuevo, espero que donde nos lleven podamos jugar sin estar atados a las correas.

Subimos un puente, caminamos un poco más y abren unas rejas, hay muchos más perros que vienen cuando entramos, pero yo solo quiero estar al lado de mi Pity.

Nos sueltan y empezamos con las presentaciones. No somos muchas perritas, bueno en concreto, Thais, una pitbull y yo, los demás son todos machos, hay un galgo algo pesado que solo quiere comerme la lengua, luego dos teckel o perros salchicha, pero estos tienen artrosis y aunque intentan seguirme, no pueden alcanzarme, otro pitbull que debo de haberle gustado porque no me lo quito de encima y otro mestizo como yo, que también debo de haberle gustado pues también va detrás de mí. Pero yo corro tras Pity y aunque él se ha dado cuenta que me molestan e intenta que me dejen en paz, no hay manera de quitármelos de encima. ¡Qué pesados! Y eso que corro mucho, excepto el galgo que corre más que yo, a los otros los dejo atrás.

Pity, mientras, se ha cansado de correr y está intentando morder una piedra, a mí me gustan más los palitos, las piedras están muy duras y más para mí que no tengo casi dientes, bueno tengo dos y uno es negro, para diferenciar. De momento, estoy esperando que me salgan más, pero parece que no quieren salir, da igual con las muelas y estos dos dientes pequeñitos el negro y el blanco, tengo bastante para comer y morder.

¡Qué pesados, no me los quito de encima!

Estoy ya cansada, la lengua ya me llega casi por el suelo. Voy a descansar con mamá, ella está hablando con el ama de Pity, parece que se llevan muy bien. Me refugio entre sus piernas y cómo no, los demás me persiguen. Mamá intenta alejarlos, pero no hay manera. Mientras Pity sigue sin hacerme caso, parece que le interesa más la piedra. ¡Cosas de perros!

Me estoy empezando a poner muy nerviosa, ¡me agobian!

Mamá lo nota y nos vamos para casa, Pity también se viene ¡Bien!

–¿Qué tal, bombón? ¡Eres irresistible!

–¿Sí, tú crees? –me pongo tontorrona, me tiro al suelo para que se ponga sobre mí, pero mamá me riñe y me tengo que levantar ¡Corta rollos!

Nos marchamos a casa, pero esta vez es Pity quién me sigue, no para de oler mi trasero, tiene razón. ¡Soy irresistible!

22. El amor está en el aire

Pensaba que sería un paseo más pero no lo iba a ser. Por el camino nos íbamos encontrando a amigos, que o iban o venían de su paseo.

De repente un olor encantador embriagó mi olfato, olismeé de dónde venía ese aroma, a lo lejos divisé un perro, era alto y negro, que tiraba de su ama, como si fuera un caballo, ¿podría ser él? Conforme se iba acercando, el olor era cada vez más fuerte, hasta que finalmente se produjo el encuentro.

Sí, era él. Me gustaba mucho su olor, dejé que me oliera a mí también. Debió de gustarle lo que olía, porque seguidamente empezó a jugar conmigo, es más empezó a lamerme.

–Hola, bombón, me llamo Pity, ¿y tú?

–Yo soy Nube –los perros no nos ruborizamos, en vez de eso, nuestro cuerpo empieza a formular una sustancia que cambia nuestro aroma, haciéndolo más agradable, más irresistible. Y el mío debió de funcionar, porque Pity no dejaba de olerme y lamerme todo el cuerpo. Mi corazón iba a mil por hora, nunca antes me había pasado esto con ningún perro. Nuestras correas se liaban una y otra vez, para mareo de nuestras amas, pero no nos importaba solo queríamos estar uno junto a otro.

Empezó a morderme la orejita, yo también intentaba hacerlo pero él es mucho más alto que yo, me he fijado que tiene las puntitas de las patas blancas, ¡qué gracioso! Parece que lleva a medio poner los calcetines.

Me ha intentado comer la lengua, eso no me ha gustado mucho, pero a él le dejo, porque sé que lo hace cariñosamente y que no me hará daño. Cuando hemos oído que cada uno se marchaba a su casa, me he rendido a su cuerpo y me he tumbado boca arriba para dejárselo claro. Él ha respondido poniéndose encima de mí y he podido sentir su corazón tan agitado como el mío. Nos hemos intercambiado olores, babas, pelos, para que vayamos donde vayamos tengamos algo del otro, hasta que nos volvamos a ver. ¡Aish! Espero que sea pronto.

Al marcharse me he girado, lo he memorizado para recordarlo en mis sueños, es alto, esbelto, tiene el pelo liso, negro azabache, patas ágiles con pequeños calcetines blancos puestos.

Y su olor, su aroma es un perfume que embriaga mis sentidos.

Creo que me he enamorado y él también.

Espero verlo pronto, muy pronto.

Nube y Pity amor por siempre.

Ahora mis suspiros tienen nombre y ese es ¡Pity!

21. SUSPIRITOS…AISHHH

Lu es la que primero se levanta, para ir al instituto, mientras se hace su bocadillo yo espero pacientemente a que me de las puntas y la miga de pan, que a ella no le gustan. Se marcha, mamá y yo la despedimos y le deseamos que pase una buena mañana, bueno yo intento jugar con su pierna, pero como tiene prisa, acaba apartándome y cogiendo la mochila, espero impaciente su regreso, porque entonces sí que querrá jugar conmigo.

Luego mamá me pone mi cuenco, pero prefiero esperar pacientemente a que caiga algo de su desayuno, un trozo de galleta, un trocito de tostada, pongo todas mis caras para darle pena, cuando no funciona, empiezo a llorar, esto siempre funciona.

He descubierto su punto débil, no puede soportar que nadie llore y si somos Lu o yo, menos. Su corazón se ablanda como si fuera de mantequilla.

Cuando terminamos de desayunar, nos vamos a dar un largo paseo.

Me gusta especialmente este paseo porque a veces veo el amanecer, huelo el rocío en la hierba fresca mientras descargo mi cuerpo y pongo mis músculos en calentamiento corriendo. Corro veloz como el viento y mi largo pelaje se junta con mis piernas y mis orejas se posicionan detrás, todo ello unido a la soltura de mi lengua, que se zarandea como si fuera un pañuelo de seda en el viento. Soy la bala blanca, libre y feliz como el viento. ¡¡¡Yupiiiiiiiiiiiii!!!

Luego volvemos a casa. Ella se va al estudio y yo descanso un poco en el sillón, la dejo un rato, pero cuando no puede evitar más mi ausencia, viene y me da una caricia, luego se vuelve al estudio. Yo me hago de rogar, pero al rato aparezco por allí. Olfateo en su mesa por si hay algo que pueda coger para jugar al pilla-pilla, es decir, cojo un boli, lápiz o un folio o lo pueda pillar y corro hasta la mesa, donde entre las patas de las sillas me escondo, ella me ve, pero no puede cogerme porque soy mucho más rápida que ella rodeando la mesa. Al final se rinde, cuando somos uno contra uno, yo gano. Y acaba dándome una chuche para que suelte lo que he cogido.

Vuelve al estudio, algo enfadada pero pronto se le pasa, porque yo voy y me aúpo para que me coja, ella intenta cogerme y yo bromeo, haciendo como que le muerdo el brazo, pero al final me dejo coger por sus fuertes brazos, olisqueo el ordenador, miro las letras que está escribiendo, no entiendo nada, un día de estos tendré que aprender a leer.

Luego me acurruco entre su regazo, me rodea con sus cálidos brazos, me aprieta suavemente, para que no me caiga y oigo los latidos de su corazón: ¡Ummm! Me gusta…Soy feliz.

Esto debe ser lo más parecido al cielo.

Cierro los ojos, pues es difícil abrirlos cuando te acarician con suavidad en el entrecejo, me van pesando los ojos, el resto del cuerpo, me masajea. Me gusta su dulce olor, huele a pan recién tostado, mantequilla y chocolate. La suavidad de su mano acariciando mi pecho, me relaja, me tranquiliza.

El calorcito de su regazo, el sonido de sus latidos, su dulce olor, cierro los ojos y vienen recuerdos de cuando mi mamá me tenía calentita junto a su cuerpo, aunque ahora no noto a mis hermanas empujándome para arrebatármelo, ahora no tengo que luchar con nadie por el calorcito, ahora es todo mío.

No me puedo resistir, mi cuerpo pesa, ella intenta acomodarlo a su mesa, a su silla, cuando ya estamos cómodas, ella continúa escribiendo, oigo el ruidito de sus dedos sobre las teclas, es el sonido perfecto para dejarse hipnotizar.

Luego me rindo, caigo, me hundo en un profundo sueño, pero antes de ello cojo aire, todo el que puedo y lo suelto, con un inmenso suspirito.

Aishhhhh… ¡qué feliz soy!

Después de un ratito, quiero estirar las piernas. Pero estoy tan cómoda.

Abro la boca, la lengua se me enreda de nuevo. ¡Ay! Un bostezo. Ella me vuelve a instalar en su regazo, pero no estamos cómodas y decido que ha llegado la hora de seguir dejándola trabajar, me bajo, estiro mis patas delanteras, un nuevo bostezo, la lengua se me va de nuevo. Y tranquilamente me vuelvo a tumbar pero esta vez en el suelo, mirando como escribe sin parar, ¿estará escribiendo sobre mí, de nuevo?

20. ¡VIVA LA NAVIDAD!

Una nueva actividad ha aparecido hoy, de repente las dos han empezado a sacar cajas, una era enorme y alargada, otras dos más pequeñas. De la grande ha empezado a salir una cosa verde, no olía a nada, pero tenía mucho polvo y esos molestos bichitos se me han metido en la nariz y no he podido evitar estornudar. Luego eso verde se ha hecho cada vez más grande, las dos iban extendiendo sus ramas, yo esperaba, pero no he podido evitar saltar para intentar coger una de ellas, al final ha salido de la caja ¡un árbol! Aunque no es como los del parque, este no huele, ni sus hojas son sabrosas, pero si paso mi lomo por debajo de ellas me hacen cosquillitas, bueno no es igual pero es divertido.

Han empezado a colgar cosas de él, primero unas cintas de colores, les he conseguido quitar una de ellas y era muy divertido verlas correr detrás de mí para cogerlas, pero ellas eran dos, yo una y han conseguido quitármela. Luego han empezado a colocar bolas que al caer al suelo hacían un sonido extraño, no sonaba como las pelotitas que me lanzan, eran duras y no se podían morder, llevaban un hilo para colgarlas en el árbol. También había un muñeco blanco, formado por dos bolas una más grande que otra, la que hacía de cuerpo; llevaba un sombrero negro, una nariz de zanahoria y una bufanda en el cuello. ¡Qué extraño personaje! ¿Quién será? No importa, también a él lo colgaban en el árbol, así que no me sirve para jugar. Cuando no quedaban más cosas dentro de las cajas, han colgado una estrella grande en la copa del árbol y por último unas bombillitas de luces de colores que se encendían y apagaban, era divertido, las he intentado coger pero no me han dejado, yo solo quería verlo, olerlo y por qué no, también cogerlo. Pero para todo hay tiempo, así que cuando se marchen y me dejen sola de nuevo, volveré al árbol y las cogeré.

Pasan los días, pero el árbol es terreno vetado para mí. Esperaré mi oportunidad.

Ha llegado mi momento. mamá está trabajando en su estudio. Me muevo sigilosa, que no me vea, me oiga o note que estoy escondida tras el árbol, intento coger una bola, pero resbala mucho, no puedo; las cintas de colores, eso es más fácil, el árbol se mueve.¡ Me han pillado! Se levanta, corre, pero es demasiado tarde el árbol cae y yo corro con mi trofeo, ¡la cinta de colores! Me hace cosquillas por el cuello, me la lío, me la pongo. Vuelven a ser dos contra mí, no me queda más remedio que rendirme y mirarle con mi cara más tierna mientras le digo: ¿Estoy guapa?, pero parece que no les hace mucha gracia.

Me gusta, este collar nuevo, no tira, no es duro, es suave y hace muchas cosquillas por el cuello, pero mamá parece no estar conforme, me riñe y me lo quita. ¿Qué habré hecho de nuevo?

Creo que no le ha gustado el juego porque después de quitarme mi trofeo y de recoger el árbol y las bolas que se habían roto en la caída, han vuelto a sacar la caja, han desmontado el árbol y lo han guardado, junto con las bolas, las cintas de colores y a ese extraño con una zanahoria en la nariz.

Me he quedado sin poder coger esas cintas que me hacían cosquillitas en el cuello.

¡Bueno otra vez será!

¡¡Feliz Navidad!!

19. La más «croqueta» de todos

Al principio corrí junto al más grande, era un dóberman, di varias vueltas a su alrededor, pero no tenía muchas ganas de seguirme el juego. De repente, dos pastores alemanes, se interpusieron en mi camino, no hacían más que ladrarme, querían que dejara de correr y les hiciera caso, pero yo solo quería jugar y ellos, por lo visto, ladrar, pues no hacían otra cosa. Seguí corriendo, algunos se ponían en mi camino para pararme, pero yo era como una bala blanca corriendo con la lengua al viento, como le gusta decir a mamá.

Cuando empecé a cansarme, decidí parar, algunos habían intentado cogerme pero ninguno lo había logrado. Tenía sed, así que en una esquina vi que había un cubo lleno de agua y corrí hacia él, tenía mucha sed y mucho calor, así que después de beber, me metí dentro. Al oír los gritos de mamá pensé que no debería haberlo hecho, pero ya era tarde, estaba dentro del cubo y se estaba tan bien. Después de sacudirme, me revolqué en la arena, pensé que igual así no se notaba que estaba algo mojada, pero debió de notarse, pues mamá volvió a gritar. Yo corrí hacia ella, para que no se enfadara, pero algo debí de hacer muy mal, pues ambas Lu y ella, se apartaron al verme llegar.

Me di cuenta que había una perrita muy graciosa, que parecía que tenía algo de miedo a los grandullones, así que me acerqué a ella, pero la dueña también gritó, apartándome de la Nena, que era así como la llamaba, por lo visto, no dejaba que me acercara a ella porque yo iba muy sucia, la Nena, sin embargo, iba impecable olía a Coco Canel, que es la colonia que me ponen a mí también a veces, huele a coco por eso cuando me la ponen me llaman Coquito.

En fin, como no quería jugar me fui con los otros, había un galgo que corría mucho, a este no podía alcanzarlo, pero le gustaba correr como a mí.

Pasamos una tarde muy divertida o por lo menos yo. Cuando llegó la hora de irnos, sacaron una toalla del maletero e intentaron limpiarme, pero para entonces, ya estaba lo suficientemente sucia y la toalla poco podía hacer. Creo que fui la que mejor se lo pasó, también la que más se ensució. Bueno, mamá dijo que parecía una croqueta.

Volvimos otro día, pero para entonces, ya me lo sabía todo y no hacía mucho caso, eso sí, jugar, jugaba y regresaba al coche, la más “croqueta” de todos.

Después de esa segunda vez, ya no volvimos.

Mamá dijo que ya había aprendido bastante. Que no necesitábamos más lecciones sino tiempo. Y así lo hicimos, con mucha paciencia y tiempo, poco a poco nos fuimos entendiendo. Ellas tardaron un poco más en entenderme a mí, pero yo tenía mucha paciencia y tiempo para entenderlas a ellas.

18. El adiestramiento

Todo perro que se precie tiene que ser entrenado para vivir con humanos. En realidad ellos piensan que nos entrenan a nosotros para que los entendamos, pero creo que no es así exactamente, son ellos los que se entrenan para entendernos. Pero eso solo se logra con el tiempo y mucha paciencia. El tiempo inevitablemente lo consigue, la paciencia algunos no la alcanzan nunca y por eso a veces, nos echan la culpa a nosotros, pero si nos observas verás que lo que más tenemos es paciencia. Esperamos a que nos saquen a pasear, a que nos den de comer, a que se den cuenta que el bebedor no tiene agua y así muchas cosas más.

Pero en fin, volvamos al día en que me subieron por segunda vez a un coche. Estaba nerviosa, creo que es porque la primera vez tuve esa terrible experiencia en la furgoneta, y aunque aquí no voy en una jaula, ni rodeada de perros ladrando e igual de asustados que yo, no puedo evitar acordarme de aquello y me pongo a llorar. Además no puedo evitar pensar en si me devuelven, si supiera que mamá y mi hermanita seguían allí, no me importaría pero con el tiempo que ha pasado, también ellas habrán encontrado un hogar y entonces me encontraría sola. Intento pensar en todo lo que he hecho y en las veces que se han enfadado conmigo, pero es que no me entienden… ¡soy una perrita incomprendida!

Después de un camino algo movido, nada comparable con la furgoneta. Llegamos y lo primero que olí fue a muchos perros, algunos tan asustados como yo. Aunque el olor no me era familiar, pensé que estaba en otra residencia. Pero no, cuando abrieron la puerta y me bajé pude comprobar que estaba en el campo. Sí, había muchos perros pero ninguno estaba encerrado en jaulas, al contrario estaban sueltos en un trozo de tierra cercado por una valla.

Una chica vino a saludarnos, primero a ellas y para mí también hubo saludo, me llamó por mi nombre y luego me acarició, a lo que yo no me pude resistir y claro me tendí panza arriba, entregándome por completo. Ella tampoco pudo resistirse y me acarició.

Luego me dijeron que les siguiera, seguía con la correa, pero tenía muchas ganas de correr con los demás perros, a divertirme. Pero no, nos fuimos a una especie de caseta y una vez dentro me soltaron, mientras ellas hablaban, yo inspeccionaba, había una bolsa llena de comida, olía muy bien, pero no tanto como otra llena de golosinas caninas, de repente la chica sacó un hueso grande, que olía muy, pero que muy bien. ¡Aquello era el paraíso! Cuando acabaron de hablar, la chica empezó a darme órdenes, yo olía sus premios en su mano, así que no me costaba obedecer, y ella me daba uno. Primero, lo típico: siéntate, échate; a lo que yo obedecía a la primera y así me daba lo que llevaba en su mano. Luego le tocó el turno a Lu y lo hizo muy bien, pero el premio no era para ella, sino para mí. Cuando le tocó el turno a mamá, estaba nerviosa, y yo me reía, ya no tenía tanta hambre y lo que ahora quería era jugar. Asombrosamente la chica no me riñó a mí, sino a ella, lo cual hizo que se pusiera más nerviosa y al final, me dio pena y le obedecí, consiguiendo algo mejor que un premio, su sonrisa y una caricia.

Como ya había aprendido las lecciones, nos salimos de aquel recinto y me llevaron atada de nuevo, a dar una vuelta, pero no me podía concentrar, veía cómo los demás jugaban unos con otros y yo también quería hacerlo, como no me dejaban ir con ellos, obedecí lo que me decían y las tres quedaron satisfechas. Como era el primer día, no jugué mucho con los otros perros, pero mamá me prometió que volveríamos y si lo hacía tan bien como hoy, jugaría con los demás.

Así, que esto del adiestramiento es pan comido ¡Uy, pan! ¡Qué rico!

17. Nube 3.0

Cuando paseábamos ellas me tiraban palitos, al principio se iban turnando luego, mamá descansaba y Lu seguía, había veces que hacíamos campeonatos, yo era la juez, Lu lanzaba y llegaba hasta tres árboles, luego mamá, dos, otras Lu lanzaba alto y se quedaba encalado en el árbol, otras mamá lanzaba y se iba de lado; era muy divertido ,yo siempre corría hasta donde lo habían lanzado y si la otra ya estaba preparada para lanzar de nuevo, no me molestaba en correr esperaba a que fuera lanzado y corría de nuevo hasta el siguiente.

Un día, Lu se había marchado, los paseos los daba con mamá y aunque me lanzaba los palitos, llegaba un momento que se cansaba y yo jugaba con ella, cogía el que sabía que era el último, entonces era ella quien corría tras de mí para cogerlo, yo me escabullía, le dejaba creer que me tenía cuando con un giro rápido me escapaba, ella reía y me decía que era una pilla. Pero una noche me sorprendió, salimos a pasear como siempre, esperaba palitos y de repente, la mágica pelotita apareció en el suelo, yo ladraba preguntándole cómo lo había hecho, corría tras ella, ¡qué divertido! La pelotita mágica de nuevo, además aquí no había obstáculos, podía correr libremente muy, muy lejos. La gente pasaba y se reían, no sé si de mí, de mamá o de la pelotita mágica, pero eso poco nos importaba, y ¡lo bien que lo estábamos pasando! mamá sin mover un dedo, bueno si, con el tiempo he descubierto que eso negro que llevaba Lu en su mano, cuando mueve el dedo, aparece la pelotita mágica y cuando se lo guarda en el bolsillo desaparece, así que algo sí que tiene que ver con su dedo.

Ahora cuando salimos a pasear si es de día, la pelotita no aparece, pues como es mágica sólo aparece cuando está oscuro, y no hay luz en el cielo. Con los paseos de día, volvemos a jugar con los palitos y por la noche la pelotita mágica aparece de nuevo.

Así que por si a estas alturas de mis aventuras no os habéis dado cuenta de que soy una perrita única, especial, ni tan siquiera juego como los demás perros, soy una perrita de nueva generación porque juego con la magia que sale del láser, esa es mi verdadera pelotita mágica, por eso soy Nube 3.0.

Nube Lengualarga

16. La pelotita mágica

Lo que más me gusta del mundo mundial es la pelotita especial, bueno también me gustan los palitos y los huesos, aunque no tengo dientes, me gusta morder y el sabor que deja en mis encías, además huelen muy bien, excepto cuando pasan los días y el aroma se marcha.

Aunque hablando de olores, no puedo resistirme a los calcetines, cuando oigo abrir la puerta de la lavadora, salgo corriendo a ver si puedo conseguirlos, a veces cojo alguno que se cae y si mamá no se da cuenta, lo escondo por el sillón, pero al final siempre acaba pillándome y dice que entre la lavadora que se los come y yo que los escondo, no consigue reunir ni un solo par. ¿A la lavadora también le gustan los calcetines? Pero ella se los come y yo solo los quiero para jugar con ellos.

Pero bueno volvamos a la pelotita, todo empezó un día en el que Lu estaba cansada de tirarme la pelota amarilla por el pasillo, yo corría veloz, todo lo veloz que se pudiera correr en un pasillo de un piso mediano, claro. El límite la puerta, como el suelo es resbaladizo, cuando la veo próxima, dejo de correr y mis patas deslizan por el suelo y ¡poom! En un movimiento rápido y ágil, me giro y dejo que mi culo amortice el impacto con la puerta. Puede sonar algo extraño y de hecho suena pues mamá siempre grita: ¡Cuidado! No sé si lo hace por mí o por la puerta, pero después de cogerla vuelvo para que Lu me la vuelva a tirar, a veces no tiene muy buena puntería y la lanza al techo o a las paredes, otras se me escapa a mí y en vez de dársela, la pelota rueda hasta meterse debajo del sillón, allí no me gusta pues aunque la huelo y sé que está allí, no consigo que mis patas la cojan, es entonces cuando necesito que alguien lo haga por mí. Nunca falla, cogen la escoba y la sacan. Bueno ese día, era especial, pues Lu estaba ya cansada de tirarme la pelota y yo quería seguir jugando, así que como adiviné que ella no quería, me puse pesada como hago siempre que quiero seguir jugando y entonces a ella se le ocurrió coger una cosa negra, de repente, en el suelo, apareció la magia. Había un puntito rojo, como una pelotita pequeña, minúscula, yo intentaba cogerla pero ella se movía, se resistía. Lu empezó a reírse, le hacía gracia verme intentando coger aquella pelotita, pero es que por mucho que lo intentaba, no lo conseguía, cuando ya creía que la tenía, se escapaba. Se movía rápido, de un lado del pasillo a otro, e incluso subía por las paredes, ni allí conseguía cogerla. De pronto paraba, ¡ya eres mía!, pensaba, pero no, volvía a moverse, volvía a escapar. Al final cuando la lengua ya me arrastraba por el suelo, desaparecía. Lu dejaba esa cosa negra que llevaba en la mano y la pelotita se había esfumado como por arte de magia.

No volví a saber más de la pelotita mágica, hasta al día siguiente, cuando Lu volvió del instituto y volvimos a jugar de nuevo, entonces, volvió a coger eso negro y la pelotita apareció. Corría y corría, lo mejor era que nunca desaparecía debajo del sillón, se podía poner encima pero no debajo de él, en las paredes, pero lo mejor era que corría más que yo por el suelo, también encima de las sillas, eso era muy divertido, pues cuando yo pensaba que ya la tenía, desaparecía para estar debajo, ¿cómo lo hacía?

Volvíamos a jugar, con la pelota amarilla, pero a mí la que verdaderamente me gustaba era la pelotita mágica.